"...durante mucho tiempo se separó al cuerpo del espíritu. Se decía que había un corte entre estos dos mundos radicalmente distintos. “Los animales sólo tienen cuerpo y los hombres sólo tienen espíritu”, es el dualismo de Descartes… Y esta separación me molestaba porque -como soy neurólogo- el hecho de que hubiera vacío en el cerebro me molestaba, y yo me preguntaba cómo establecer un lazo entre ambos. Y finalmente pienso que
no hay corte sino una metamorfosis gracias a la palabra. La metáfora que propongo entonces es el efecto mariposa. Esto quiere decir que la oruga vive en un mundo de sombras, de humedad y en el suelo. La mariposa habita en un mundo de aire, sequía y sol. Ambos viven entonces en universos totalmente diferentes, pero están en continuidad uno con otro habiendo pasado por la fase de crisálida que transformó a la
oruga en mariposa…y nuestra crisálida, la de nosotros los humanos, es la palabra. Cuando somos bebés, ningún bebé hablaal nacer, hay que esperar veinte o treinta meses para que los bebés comiencen a dominar la palabra. El único que habló al nacer fue “Pantagruel,” de Rabelais, que apenas llegado al mundo comenzó a gritar: “¡A beber, a beber, quiero un buen vino!” Pero aparte de Rabelais, de Pantagruel, ningún niño habla al momento de nacer. Se necesitan veinte a treinta meses para que pueda prepararse a la palabra y desde el momento en que se vuelve dueño de su propia palabra, en ese momento puede cambiar el mundo."
no hay corte sino una metamorfosis gracias a la palabra. La metáfora que propongo entonces es el efecto mariposa. Esto quiere decir que la oruga vive en un mundo de sombras, de humedad y en el suelo. La mariposa habita en un mundo de aire, sequía y sol. Ambos viven entonces en universos totalmente diferentes, pero están en continuidad uno con otro habiendo pasado por la fase de crisálida que transformó a la
oruga en mariposa…y nuestra crisálida, la de nosotros los humanos, es la palabra. Cuando somos bebés, ningún bebé hablaal nacer, hay que esperar veinte o treinta meses para que los bebés comiencen a dominar la palabra. El único que habló al nacer fue “Pantagruel,” de Rabelais, que apenas llegado al mundo comenzó a gritar: “¡A beber, a beber, quiero un buen vino!” Pero aparte de Rabelais, de Pantagruel, ningún niño habla al momento de nacer. Se necesitan veinte a treinta meses para que pueda prepararse a la palabra y desde el momento en que se vuelve dueño de su propia palabra, en ese momento puede cambiar el mundo."
Texto de Boris Cyrulnik
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