El humor, el podernos reír de aquello terrible que nos sucede. La alegría inmotivada porque sí, porque a pesar de todo estamos vivos. El poder mirar el pasado sin rencor, sino con picardía por tanta travesura que casi nos ha costado la vida... casi me ha costado la vida, y en ello, marcas indelebles han quedado sobre mi cuerpo. No soy tan hermosa como antes, es cierto. Allá por aquel entonces tenía toda la bella vitalidad de la juventud, pero mi corazón tendría que vérselas a gatas para aprender a reír, a reír, a ser feliz con lo que ES y, de ello, me han quedado cicatrices.
A continuación un fragmento de uno de los cuentos de mi libro "LUNA VERDE", dónde cuento como y cuando fue que me gané aquellas marcas.
FRAGMENTO DEL CUENTO
"Males contemporáneos de una hembra humana ligeramente perezosa"
"Todo empezó a ocurrir hace unos diez años, cuando producto de mis desmanes y hábitos alimenticios en general me decidí pasar, todavía ignoro si a favor o en contra de mi voluntad, una temporada en los abismos. No supe en esta época, cómo diablos esta temporada en dichas regiones pantanosas y oscuras influyó directamente en mis carnes trémulas y jóvenes, haciéndolas empezar a padecer el temido síndrome de la piel de naranja. Para mí, producto de mi ingenuidad y mi destartalada psique, era todo un misterio el intrincado mecanismo biológico de la gordura, sobre todo porque aquello que atribuí a la maldad del mundo contemporáneo que me rodeaba por doquier, después se organizó o se reorganizó, más interiormente, digamos. Mucho más al interior, a nivel químico."
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